Eugenio Llorente (autor del blog: cáncer_y_orinoterapia)
1.- MI DENTISTA ME DICE: “ENJUAGUESE LA BOCA CON AGUA TEMPLADA Y SAL”
Un día al salir del dentista, tras una complicada extracción de dos muelas, mi dentista me dice:
“Cuando llegue a casa, enjuáguese de vez en cuando con agua templada y sal”.
“¡Agua templada y sal!” – pensé yo.
No esperé en llegar a casa, al salir del dentista me metí por un pinar cercano, saqué mi bello vaso metálico plegable que llevo siempre conmigo, oriné en el mismo, hice gárgaras, y me enjuagué la boca a placer. Mi boca herida, agradeció el delicado contacto con el templado elixir ¡milagrosamente producido por mí mismo!
La herida abierta en la boca, sanó completamente en pocos días, sin dolor ninguno, y sin que en ningún momento saliera una sola gota de sangre por los boquetes que me abrió mi dentista.
Al llevar un vaso plegable siempre con nosotros hace que nos encontremos donde nos encontremos podremos seguir tranquilamente con nuestra terapia de orina con total discreción. Para ello no tenemos más que ir al lavabo de la casa o lugar en que nos encontremos, sacar nuestro vaso, orinar en el mismo e ingerir nuestra orina. Todo con absoluta reserva e intimidad.
2.- LA ORINA ES EL LIQUIDO ORGÁNICO MÁS ESTERIL DE LA NATURALEZA
¿Sabíamos que la orina al salir de nuestro cuerpo es el líquido orgánico más estéril que existe en la naturaleza? Claro, nada más salir puede contaminarse, como toda substancia, pero si la empleamos inmediatamente, la orina fresca se comporta como una substancia estéril, que además tiene muy acreditadas propiedades desinfectantes y cicatrizantes.
Digamos de paso que microorganismos y bacterias están siempre en el ambiente. La eventual presencia, de bacterias en la orina, o incluso en la sangre o en cualquier otra parte de nuestro organismo, no siempre significa que tengamos una infección, ya que las bacterias cuando está presentes en pequeñas cantidades el sistema inmunitario las elimina rápidamente.
La orina fresca no huele. Tras dos o tres días expuesta al medio ambiente, la orina fresca se transforma en “orina vieja”, la cual despide el característico olor a amoniaco.
Cuando dejamos la orina un tiempo expuesta a la acción exterior, las bacterias ambientales la fermentan transformando la urea presente en la orina en amoniaco. El amoniaco al ser una substancia muy volátil escapa de la orina dando lugar al característico olor a amoniaco. Olor de “orina vieja” que puede hacerse notar, por ejemplo, en los urinarios públicos que no se mantengan perfectamente limpios.
3.- AY AYAYAY QUÉ DOLOR, ME HE HECHO UNA HERIDA
En muchas ocasiones ante un accidente, podemos no tener a mano ningún elemento para unos primeros auxilios. ¡Pero siempre tenemos a mano nuestra propia orina, pudiendo además valer la orina de cualquiera!
En una ocasión, caminando sobre hielo, en dura marcha invernal, tropecé y di de bruces en el suelo. Mis manos, recibieron todo el impacto de la caída, con lo que se me clavaron los afilados cristales de hielo que lo cubrían todo.
Resulto ser bastante doloroso y desagradable, y hacía mucho frío. Las manos me sangraban mientras que mis compañeros se afanaban en buscar un botiquín en sus mochilas. “No os preocupéis” les dije.
Ante el asombro de algunos (no de todos, pues la “cura” que me disponía a seguir es práctica muy conocida en todo el mundo) inmediatamente procedí a orinarme en las manos, limpiándolas del hielo y tierra adheridos. Mis manos recibieron la orina, que se sentía bien caliente en medio del frío, como una bendición del cielo. Enseguida dejé de sangrar quedando mis manos perfectamente limpias y desinfectadas.
Hay muchas ocasiones en las que ante una emergencia sanitaria el único líquido disponible que tenemos a mano es nuestra propia orina. Al objeto de lavar y desinfectar heridas vale nuestra propia orina o la de cualquiera.
4.- EL SABOR DE LA ORINA
Una vez acostumbrados, lo que ocurre muy pronto, el sabor de nuestra orina es uno de los sabores más exquisitos que existen. Y esto vale tanto para la orina fresca como para la vieja.
Lo mismo que nos ocurre con muchas bebidas y alimentos de sabor “fuerte”, como el del vino, la cerveza, el queso o los fermentados, el sabor de la orina pasa de desagradable, a delicioso.
En realidad cabe hablar de los mil sabores de la orina. El sabor de la orina varía mucho a lo largo de un mismo día dependiendo de lo que comamos y de nuestra actividad. El sabor de la orina puede variar desde insípido e indistinguible del agua, muy ligeramente salado, tras no haber ingerido alimento durante unas horas o haber bebido líquido o agua abundante, a un sabor fuerte, salado y montuno, tras una abundante comida a base de carnes, pescados o quesos.
El sabor de la orina resulta especialmente agradable y oportuno cuando nos hallamos en el campo paseando o haciendo senderismo. Bien tengamos un poco de sed o sin ella, beber nuestra orina resulta tan agradable como tomar un té o una infusión de hierbas
Si sentimos mucha sed nuestro cuerpo puede pedirnos que complementemos la orina bebiendo agua, una infusión, zumos de frutas, o ingiriendo alimentos ricos en agua, como verduras o frutas.
No hay límites en cuanto a la cantidad de orina que podemos ingerir al día, desde unas gotas (efecto homeopático del que hablaremos largo y tendido), a toda la orina que produzcamos a lo largo del día, tal como preconizaba el fundador de la Terapia de Orina, John W. Armstrong.
5.- EL COLOR DE LA ORINA
Lo mismo que pasa con el sabor de la orina, el color de la orina puede variar mucho a lo largo de un mismo día. Dicho color puede variar desde muy claro, y transparente, como de agua, a amarillo oscuro, siendo el color amarillo claro el más normal. El color transparente indica que estamos bien hidratados.
Los diferentes colores de la orina pueden indicar diferentes tipos de enfermedades, pero esto no debe preocuparnos en absoluto por lo que respecta a la aplicación de la terapia de orina.
En efecto, como hemos dicho repetidamente, en la terapia de orina el diagnóstico no juega ningún papel, el procedimiento a aplicar, estemos sanos o enfermos, es siempre el mismo: ingestión de la propia orina vía bucal y por la piel, además, en su caso, de ayunos a base de orina y agua. Todo ello con una intensidad y duración adecuadas a la gravedad de la enfermedad.
Reiterar que en caso de grave enfermedad son imprescindibles los ayunos estrictos a base de orina y agua.
6.- EL OLOR DE LA ORINA
La orina fresca no presenta a penas ningún olor. Cuando excepcionalmente nuestra orina presenta un fuerte olor no debe preocuparnos cuando ello tenga que ver con la ingestión de determinados alimentos como los espárragos.
Cuando la orina fresca presenta un fuerte olor sin que tenga que ver con algún alimento ingerido previamente, puede ser síntoma de una enfermedad, con lo cual no está nada mal que acudamos al médico con tal motivo.
Sin embargo, como ya hemos dicho y repetido esto no impide que procedamos con nuestra terapia de orina, al contrario, puesto que si nos sometemos a una terapia de orina lo hacemos con un doble propósito, para mantenimiento de la salud o tratamiento de una enfermedad cualquiera. Dicho lo cual, nuestra terapia sólo puede beneficiarnos sin necesidad de esperar a ningún diagnóstico.
La orina vieja, al contrario de lo que sucede con la orina fresca, huele a amoniaco, con lo que debemos almacenarla de manera adecuada. Ahora bien, por lo que se refiere a las friegas, haciendo bien las friegas de orina, ya sea con orina fresca o con orina vieja, una vez completamente seca la parte de la piel que hayamos frotado, la piel no despide olor alguno, como ya hemos explicado en el apartado de “Aplicación de la Terapia de Orina”.
7.- INGESTIÓN DE ORINA POR LA BOCA Y POR LA PIEL
El contacto íntimo con nuestra orina cambia la relación que tenemos con nosotros mismos y nos hace respetar más nuestro cuerpo como algo sagrado. En este sentido, permitirme decir que en todo momento nos movemos en el terreno de lo sagrado, pero raras veces somos conscientes de ello.
Sólo en raros momentos, paradójicamente por ejemplo ante una desgracia, ante lo irremediable e una pérdida, somos capaces de «despertar» y darnos cuenta de que estábamos y siempre habíamos estado viviendo en medio de lo sagrado, dentro de la irrepetible singularidad de cada instante
Al beber nuestra orina, que habíamos expulsado al exterior, estamos llevando a cabo un reciclaje orgánico, al modo que lo hace la naturaleza con las hojas caídas y con toda materia orgánica de ¿desecho?. Sustancias preciosas de nuestra sangre que se expulsaron con la orina, vuelven a nuestro organismo por la boca y por la piel.
Dichas substancias vuelven a nosotros pero de manera distinta, transformadas en componentes más simples, que nuestro organismo puede reutilizar fácilmente.
Como piezas de lego desordenadas y expulsadas por la orina, dichas substancias son aportados de nuevo a nuestro organismo.
Todo indica, a juzgar por los resultados de la Terapia de Orina, que dichos componentes, cual piezas de lego, son reordenadas y reutilizadas por el organismo para la reconstrucción de tejidos y órganos, desgastados por su uso normal y natural o devastados por la enfermedad.
Incorporamos dichos componentes de dos maneras. Por un lado tenemos la ingestión de la orina por la boca, proceso en el que va a mediar el sistema digestivo. Y por otro lado tenemos la ingestión de la orina a través de la piel, por medio de frotaciones o friegas. Las friegas de orina sobre la piel hacen posible que los componentes simples aportados por la orina sean reincorporados a nuestro organismo directamente, sin pasar por un proceso digestivo.
A modo de ejemplo explicativo, digamos que si fuera factible beber sangre y frotarnos con ella, como lo hacemos con la orina, no podría tener los efectos curativos que tiene la orina, puesto que la sangre se compone de substancias en su estado “bruto”, no metabolizadas y por ende no incorporables como piezas o elementos sueltos, para la reconstrucción del de órganos y tejidos.
Es decir, podemos construir o reconstruir una casa con elementos simples, tales como ladrillos o incluso con los escombros de la propia casa, lo que no podemos hacer es construir una casa cuando sólo disponemos de elementos complejos ya formados, tales como habitaciones o un tejado.
En cierto sentido, para la reconstrucción de nuestro cuerpo mediante la terapia de orina nos basamos en los “escombros” que nuestro cuerpo expulsa por la orina, escombros, piezas de lego, que son reincorporadas y aportadas a nuestro organismo para la reconstrucción de órganos y tejidos.
Hay otro efecto de la terapia de la orina en el que no se detuvo Armstrong, el fundador de la terapia de la orina y del que hablaremos en otra sección. Se trata del efecto homeopático de la orina. Ocurre que al reintroducir la orina de un paciente enfermo en su organismo, los anticuerpos presente en la orina pueden desencadenar que se active su sistema inmunitario para combatir la enfermedad, mecanismo similar al de la vacunación.
8.- LA ORINA NO ES UNA SUBSTANCIA DE DESECHO
Hoy en día, para la mayoría de la gente la orina no es más que una substancia repugnante de desecho que el cuerpo excreta para poder funcionar.
La idea de que la orina es una sustancia de desecho se basa en un total desconocimiento de su utilidad y en nuestra falta de contacto con la naturaleza, lo que ocasiona que muchos procesos y sustancias naturales nos den asco. De este modo, nos fiamos más de la leche que sale de un cartón que de la que sale de la ubre de una cabra o vaca.
El asco por la orina se les enseña a los niños desde pequeños porque los padres tienen unos conceptos educativos limitados y han aprendido a confiar más en todo lo artificial que en lo natural.
La orina no es una sustancia sucia y tóxica rechazada por el organismo. Lo que los riñones excretan por la orina no son ni venenos ni sustancias de desecho.
La función de los riñones no es eliminar sustancias que podrían perjudicarnos. La función principal de los riñones es regular y controlar la concentración de las substancias presentes en la sangre.
La orina está formada por valiosas substancias las cuales en el momento de ser excretadas sencillamente nos sobraban.
En resumen, cualquier substancia que se encuentre en la sangre en proporción anormalmente alta o baja, puede ser síntoma de enfermedad e incluso causa de muerte.
De esta manera, el control de proporción adecuada de sustancias en la sangre, es una de las principales funciones de nuestros riñones.
A modo de ejemplo, la glucosa, un componente esencial de la sangre, cuando se encuentra en una proporción anormalmente alta, puede ser síntoma de una enfermedad grave: la diabetes.
9.- CUIDADO CON COMPARTIR QUE ESTAMOS SIGUIENDO UNA TERAPIA DE ORINA
Debemos ser increíblemente cuidadosos y no dejarnos llevar por el entusiasmo, pretendiendo compartir con todos que estamos realizando una terapia que consiste en beber y “bañarnos” en nuestra propia orina.
Muchas personas pueden reaccionar con asco e incluso, sorprendentemente, con odio hacia nosotros, pudiendo resultar que seamos aislados socialmente.
Debemos conocer muy bien con quien compartimos nuestra terapia, para hacer que el compartir sea un motivo de alegría y no de conflicto. Debemos hacerlo poco a poco y tanteando con cuidado a familiares y amigos con los que nos disponemos a compartir nuestra experiencia.
Por supuesto, todo depende de la fortaleza de carácter que tengamos y de si nos importa mucho o poco el qué dirá. Pero ojo, no nos sobre valoremos, lo que los demás piensen o digan de nosotros siempre nos afectará en cierto grado.
Es importante destacar que también tenemos que tener muy en cuenta de que manera la divulgación de lo que estamos llevando a cabo pueda afectar a nuestra familia. Hay que tener cuidado con eso.
Por mi parte, tras un periodo, de unos 3 meses, durante los cuales tuve cuidado de ocultar a amigos, familia y allegados, lo que estaba haciendo, excepto a mi gran apoyo, mi querida mujer, María José, me decidí a compartir con todo el mundo (este blog es la prueba) la terapia que estaba llevando a cabo y que esencialmente consistía, ¡nada menos! que en beber y frotarme el cuerpo con mi propia orina.
La buena noticia es que, lejos de encontrarme con demasiadas reacciones de rechazo (alguna he tenido), me he encontrado con una mayoría de reacciones de admiración y apoyo, en relación al motivo que me llevó a adoptar la terapia de orina.
En efecto, ante un diagnóstico de cáncer avanzado con metástasis, dónde se me advertía que de no seguir tratamiento mi supervivencia sólo sería de unos meses, mi reacción, lejos de asustarme, fue la rechazar toda propuesta de tratamiento médico convencional (cirugía radical, o radioterapia).
En todo momento procuré no ofender al equipo médico que me había hecho el diagnóstico con todo cuidado. Agradeciendo dicho diagnóstico, por lo que servía de advertencia, me sometí de inmediato a un tratamiento de Auto – Terapia de Orina, sólo asesorado por mí mismo, y en total conformidad con la concepción y metodología de John W. Armstrong.
Tras 8 meses de terapia de orina, el primer análisis de seguimiento dio unos muy buenos resultados. Así, una leve afectación en los huesos que aparecía en la Gammagrafía Ósea había desaparecido por completo sin dejar rastro alguno.
Por si fuera poco, desde el mismo momento que me sometía la terapia de la orina me encontré mejor que nunca en mi vida en todos los sentidos, física y psíquicamente.
Los altos niveles de PSA que persisten, muestran que el tumor todavía está ahí, pero controlado y detenido en seco. Confío en la regresión del tumor, lo que médica y técnicamente se conoce como “regresión espontánea del cáncer” (aunque no sería “regresión espontánea”, más bien cabría hablar de “regresión provocada”).
A mis 75 años practico montañismo al máximo nivel de exigencia, como hacía hasta el mismo momento en que me diagnosticaron el cáncer.
Cuando me diagnosticaron, no tenía (ni mucho menos tengo ahora) ningún síntoma de tener un tumor. Me encontraba perfectamente bien, por lo que de hecho considero que en ningún momento me he encontrado “enfermo”. Y es que es sabido que el cáncer de próstata no avisa, permaneciendo asintomático hasta que se detecta, como en mi caso, en un estado ya muy avanzado.
En este sentido, tengo un mensaje para aquellos a los que se les diagnostique un tumor o grave enfermedad .
Antes de conocer tu diagnóstico de cáncer o de grave enfermedad ¿te encontrabas perfectamente bien sin que nada te hiciera sospechar la existencia de enfermedad alguna? Si la respuesta es afirmativa, mi mensaje de ánimo y cercanía es el siguiente:
¿Vas a derrumbarte por una simple palabra, “cáncer” cuando de momento no te pasa nada? Lo que te han dada en realidad no es un “diagnóstico” sino un “pronóstico”, un pronóstico de lo que puede ocurrir en un futuro. El diagnóstico que te han dado te habla de lo que puede pasarte (que te encuentres enfermo), pero que todavía no ha pasado (no te encuentras enfermo). El pronóstico, muy de agradecer, te advierte para que puedas hacer algo, no para que te quedes cruzado de brazos. Hay que hacer algo, bien sea convencional o alternativo, pero con mucho ánimo.
El diagnóstico debe tener sobre ti el mimo efecto que si te dicen “es seguro que vas a morir un día”. Si lo pensamos bien (o sea “mal”) no “viviríamos” pensando que nos vamos a morir, caeríamos en depresión. Y a eso vamos. Si tienes ánimo, estás vivo, lo tienes todo, aunque estés enfermo, en realidad no lo estás. Si te falta el ánimo, no tienes nada, aunque físicamente estés bien (lo cual sería imposible), en realidad estás enfermo.
La enfermedad, con síntomas o sin ellos, es una reacción salvadora de tu organismo. Escucha a tu cuerpo. Da igual el tratamiento que sigas, convencional o alternativo, lo importante es que no te falte el ánimo, que sigas adelante con tus proyectos de vida. Hay personas que aún moribundas están llenas de ánimo. Están vivas en todo momento, hasta en sus últimos momentos. Esa es la actitud que debemos tener para que podamos decir que estamos verdaderamente vivos.
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